viernes, 6 de mayo de 2011

Sobre el asalto a mi casa


 
Por: Oscar Estrada
Agradezco a todos y todas por su solidaridad para conmigo y mi familia en este momento tan… extraño. Desborda un poco, para ser honesto, pero entendemos que se hace como una expresión legítima de cariño y compañerismo desde esta lucha que todos y todas hemos asumido a consecuencia, a veces, de vidas valiosas.
Escribo la presente nota por respeto a esas personas y porque entiendo que en esta ciudad, la violencia política se enmascara en la más cruel violencia común, que no por ser común es menos alarmante y que poco a poco hace desaparecer nuestros más íntimos santuarios.
El día de ayer asaltaron mi casa. Diariamente asaltan muchas casas en Tegucigalpa. Dos hombres entraron por la puerta de la sala sorprendiendo a los niños que jugaban.
–No lloren- les dijeron con los rostros cubiertos hasta la naríz- Esto es un asalto. ¿Quién los está cuidando?
Tomaron a mi hijo Owen de 7 años y lo llevaron halándolo de la camisa hasta la cocina/estudio en donde estaba Fernando, nuestro compañero de casa.
-Dónde está el dinero- preguntaron a Fer que vio como amenazaban al niño con un cuchillo.
-No hay dinero- les dijo. Llévense lo que quieran pero dame el niño.
Los hombres lanzaron al niño en los brazos de Fernando y les ordenaron tirarse al suelo. Tomaron lo que podían: una computadora Laptop, un celular y un ipod. Luego se fueron sin prisa.
Es difícil saber si es o no una acción de intimidación política. Como dije anteriormente la violencia en Honduras está desbordada y poco a poco comenzamos a aceptar como “común” la formas mas crueles de desprecio a la vida y la integridad de las personas.
Los hombres que entraron a mi casa no parecían delincuentes habituales. Parecían más bien principiantes nerviosos que no sabían que tomar y tomaron lo primero que vieron.  Tampoco parecían agentes o paramilitares. Aunque también se puede ser sin parecerlo.
Igualmente es difícil saber si los anteriores incidentes fueron políticos o no.  Dos payasos con un arma jugando a la ruleta rusa en medio del tráfico a la hora pico, un carro sin placas que comparte tu misma ruta por cinco minutos; son cosas que acá le pasan a cualquiera y esta vez me tocó a mi y a mi familia. Pero es más difícil aun,  explicar a nuestros hijos e hijas que la violencia que viven pueda estar relacionada con el mundo mejor que buscamos construir, explicarles que el arma que les apunta, apunta a sus padres y madres y no a sus personas y que estamos dispuestos a darlo todo, menos a ellos.
Las cosas materiales se recuperan, de eso no cabe duda. El estrés desaparece y los traumas poco a poco se olvidan. Los niños seguirán siendo niños: incorporarán a los ladrones en sus juegos. Y los padres, seguiremos siendo padres: incorporaremos a los ladrones a nuestras vidas.
Nuevamente, a todos y todas, muchas gracias.

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