martes, 22 de febrero de 2011

El cuerpo y su memoria



… El Sacerdote jesuita Antonil en el Brasil recomendaba a los administradores coloniales “No dar puntapiés principalmente en la barriga de las mujeres que andan preñadas, ni dar garrotazos a los esclavos porque en la cólera no se miden los golpes y pueden herir en la cabeza a un esclavo eficiente que vale mucho dinero” (Eduardo Galeano)
“Los mayorales (en Cuba) descargaban sus látigos sobre las espaldas de las mujeres embazadas que habían incurrido en falta, pero no sin antes acostarla boca abajo con el vientre en un hoyo para no estropear la nueva pieza en gestación” (Eduardo Galeano)
“Por diversas ordenanzas se les prohibía a los esclavos y esclavas sin permiso de sus dueños que se juntasen en ocasión de las festividades y se les ordenaba se vistiesen modestamente y recatadamente y que no lo hicieran con escandaloso exceso” (Ordenanzas emitidas en Santo Domingo)


EL CUERPO Y SU MEMORIA: ARMA DE RESISTENCIA DE LA NEGRITUD* DE NUESTRA AMÉRICA (articulo inédito)

El futuro, aunque lejano todavía, será negro o no será
Por Rafael Murillo Selva
Se conoce lo que fue, para quienes forzados llegaron a nuestro continente, la clase de infamias que tuvieron que sufrir durante todo el proceso esclavista. La crueldad superaba hasta lo inimaginable. Encontramos en los documentos históricos relatos que dan cuenta con detalle de mutilaciones de manos, piernas, orejas, pies y cabezas destroncadas, conservadas en cal y mostradas como trofeos, a guisa de ejemplo y advertencia, en lugares públicos.
Los atropellos y humillaciones se sucederían en todo nuestro continente con escenas y hechos que bien podrían tener un alto sitial en la historia de la infamia, pero esto mismo generaría respuestas que bien podrían estar consignadas como momentos heroicos  y sublimes en la lucha por la dignidad y la libertad.
Las sublevaciones, así como el cimarronaje, se regarían como pólvora en aquellos territorios en los que el comercio y la trata de esclavos fueron considerables. La primera estalla en Santo Domingo en 1522 nada menos que en los dominios de Don Diego Colon, hijo del que suelen llamar el “Descubridor”. Luego se sucederían otras en Brasil,
Colombia, Venezuela, Antillas mayores y menores, Panamá etc.

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*Término empleado por el gran poeta de Martinica  Aimé Cesaire y también, parece ser, por el poeta Leopold  Senghot Ex presidente de la República del Senegal.
En Brasil los cimarrones organizan una especie de reino aparte al que llaman Palmares el cual se mantiene independiente durante todo el siglo XVII. En Colombia se establecen 21 palenques. En Panamá la fuga de cimarrones se vuelve tan habitual que en 1580 las autoridades coloniales se ven obligadas a firmar un tratado de paz con los rebeldes.
Las revueltas bélicas se convierten en pan de cada día en casi todo el territorio americano. Sin embargo, la mayoría, como tales, fueron vencidas y de esta manera las comunidades negras sometidas se han venido incorporando a la vida económica, cultural y social de sus respectivas naciones. Adoptaron la lengua de los conquistadores y se convirtieron, aunque en forma singular, al cristianismo.
Pero hubo otra clase de resistencia, poco investigada por cierto, que da cuenta de otro género de choques librados en los espacios simbólicos y en los que la negritud no ha sido aún vencida y creo (habrá que creerlo) jamás lo será. Esta batalla se inicia, como la bélica, desde los comienzos de la colonización esclavista y en ella se enfrentan dos visiones antagónicas relacionadas con las expresiones del espíritu a través de los cuerpos que los alojan o lo habitan. En tal sentido cabría la siguiente pregunta: ¿Qué clase de relación se estableció entre los lenguajes corporales del dominador y el dominado?. Es evidente que lo ocurrido fue un conflicto de visión, de abordaje. En  efecto, frente a una actitud maniquea vehiculada por la doble moral tan generalizada en el mundo mercantil la negritud opuso una resistencia lúdica, libertaria (en la que la supuesta dicotomía entre la mente y espíritu no existe) lo cual era desesperadamente incomprensible para la beatería de entonces (y para la actual también) desatando con ello la más injuriante hostilidad y los más odiosos prejuicios muchos de los cuales persisten todavía.
La afirmación gozosa del cuerpo y por ende de la vida, en una época en la que se iniciaba en nuestro planeta, a niveles de barbarie global la cultura de la castración corporal y de la muerte, era una batalla que el poder “espiritual” del mundo occidental tenia forzosamente que ganar y sin embargo en este campo o en esta guerra, la negritud ha demostrado ser invencible y hasta podría creerse que continuara siéndolo por los tiempos de los tiempos.
Hacer del cuerpo del explotado no solo un instrumento alienado de producción económicamente rentable, como lo ha querido siempre la maquinaria de producción capitalista, sino que también un productor de gozo y de placer, como lo han sabido hacer los negros y las negras es un asunto que para los colonialistas de entonces (y los de ahora) tiene que ver menos con Dios y más con el diablo.
Un documento de excepción podría servirnos para fundamentar lo que hemos señalado. Nos referimos a uno de los más reveladores  puesto que fue redactado por un cura cuyas acciones dejaron hondas huellas en algunas de  nuestras Islas del Caribe: se trata de un libro “Voyage aux isles d  Amerique* publicado en 1772 en Paris. Y en el cual el cura Jean Baptist Labat refiriéndose a las danzas que tuvo ocasión de presenciar repetidas veces en varias de nuestras islas caribeñas, emite los siguientes juicios: Gustan del juego, la danza, el vino, el aguardiente, y su complexión cálida los  hace aficionados a las mujeres .La danza es su pasión favorita no creo que haya pueblo en el mundo más pegado a ella. Cuando los amos no les permiten danzar en el establecimiento, andan tres o cuatro leguas después de haber terminado su trabajo en el ingenio, para estar en el sitio donde saben que hay danzas. Como las posturas y movimientos de estas danzas son de los mas deshonesto los amos las prohíben y cuidan que no se baile, lo que no es poca cosa, pues les gusta de Tal modo que los niños que no tienen fuerza para sostenerse, intentan imitar a sus padres y madres, quienes los ven danzar y pasarían días enteros en ese ejercicio”(….) al verlos, parece que se golpean con los vientres, aunque sean los muslos los que soportan esos golpes. Al momento las parejas se retiran pirueteando para recomenzar el  mismo movimiento con gestos completamente lascivos, tantas veces como el tambor da la señal, lo que hace a menudo varias veces seguidas. De vez en cuando entrelazan los brazos y dan dos o tres vueltas siempre golpeándose los muslos y besándose. Se ve bastante por esta descripción abreviada cuan opuesta al pudor es esta danza (la calenda)  (…)
(...) se ha hecho ordenanzas en las islas para impedir las calendas  no solo a causa de las posturas indecentes y completamente lascivas de que la danza esta compuesta, si no aun para no dar ocasión a las demasiado numerosas asambleas de los negros que, hallándose  así reunidos en la alegría y lo más a menudo con  aguardiente en la cabeza, pueden hacer revueltas sublevaciones o partidas para ir a robar. No obstante, a pesar de esas ordenanzas y todas las precauciones que puedan tomar los amos, es casi imposible impedírselo, porque  de todas las diversiones ) la danza) la que más les place y a la que son más sensibles (…), su pasión por la danza va mas allá de lo imaginable, parece que la hayan bailado en el vientre de su madre
*Viajes a las islas de las América (capitulo V). Colección nuestros países. Serie rumbos. Casa de las Américas, la habana cuba 1979 selección y traducción Francisco de Oraá *

El padre Labat “escandalizado” por esas formas de expresión se le ocurre convertirlas, además de las medidas duras, con otras más “humanas” y hasta graciosas: (…) para hacerles perder la idea de esta danza infame se les a enseñado varias a la francesa como el minué, courante, el paspié y otras (…)
En otro de sus apartes el cura señala: (…..) Sus lechos son pequeños apartadizos que practican en la división que  hacen en sus casas    Marido y  mujer tienen cada uno el suyo, y desde que los niños tienen siete u ocho años se los separa para evitar que comiencen demasiado temprano a ofender a dios . Pues no hay  nación en el mundo más entregada al vicio de la carne que esta (…)
Parecidas a las condenas de Labat se encuentran otras vertidas durante el proceso colonizador, y es desde entonces que viene repitiéndose esa deformada e interesada caracterización que consiste en  otorgarle al sentido y significado libertario que las danzas de la negritud contienen en su esencia raizal, un sesgo moralizante y condenatorio ligado mas al encarcelamiento del cuerpo que al placer que pueda derivarse  del ejercicio de sus prácticas liberadas.
Bien sabemos, quienes hemos compartido la vida con comunidades negras que esas valoraciones además de constreñidas y torpes se generan por una deformación, moral y corporal, cuyos efectos  suelen emerger a través de los fantasmas y diablillos que bailan en mentes enfermas de lascivia o mas bien de una libido trastornada por la presión ejercida por una cultura esencialmente represiva.
En esta profunda confrontación, la cual supera las coyunturas sociales y temporales, las negras y negros de nuestro Continente han sido imbatibles de tal forma que no ha habido poder conquistador ni colonial que les haya impedido ejercer el derecho de encontrarle placer a la existencia; gozar del erotismo placentero; abordar la vida por momentos y no por los infinitos;  vivir intensamente el hoy y no el mañana; reír con sonoro desparpajo cuando se les da la gana, y articularse a lo concreto y no a las abstracciones de la metafísica occidental.
Lo anterior lleva implícita una profunda filosofía de la vida, la que a pesar de los siglos de oprobio, ha sido defendida, hasta ahora, con éxito visible. Apropiándose de esa savia la humanidad se armaría de una decisiva defensa para contraponerla a la feroz cultura de la muerte, con la cual al fin de cuentas, se pretende arrearnos hacia eso que suelen llamar post-modernidad globalizada.
                                                                            Tegucigalpa, Honduras, Marzo del 2006

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