miércoles, 12 de mayo de 2010

El arte no es algo que explica la realidad

Geovani Galeas


El arte no es algo que explica la realidad. Es algo que se agrega a la realidad. Del mismo modo, la crítica no explica el arte y solo es, en el mejor de los casos, su doble de sombra, su parásito entrañable.

Si un poema o un cuadro o una puesta en escena constituyeran laboriosos discursos cifrados, bajo hábiles veladuras simbólicas, y quisieran decir en realidad lo que el crítico nos asegura que dicen, ¿qué sentido tendría la creación artística?

La misión del arte es ampliar la realidad, descubrir o profundizar nuevas zonas o matices de la experiencia humana, no se reduce a decir de manera “bella” o complicada lo mismo que de manera más directa podemos averiguar por otros medios.

Eso sería una ociosa duplicación de funciones. Supondría que el arte es una suerte de adivinanza, cuya incógnita podría ser despejada con el auxilio de alguna disciplina científica.

Un verso de García Lorca, “Si tu niñez, ya fábula de fuentes, el tren y la mujer que llena el cielo”, por ejemplo, puede ser sometido a un desmenuzamiento analítico desde la perspectiva de la estilística, la hermenéutica, la lingüística, la gramática generativa, la intertextualidad y hasta el psicoanálisis, pero ese escudriñamiento no agotará nunca ni el encanto ni el misterio esencial del verso.

Shakespeare sigue siendo nuevo y diferente, a pesar de la casi infinita legión de exegetas que en vano han pretendido descifrarlo.

El análisis del arte puede ser una aproximación iluminadora, pero solo eso. Ya en el siglo IX, Juan Escoto comparó la pluralidad de sentidos de la Biblia con el plumaje tornasolado de un pavo real.

Esa metáfora es extensiva a toda creación artística.

Jean Paul Sartre y Albert Camus fueron los mandarines intelectuales de Francia, en un tiempo en que la primera línea del pensamiento europeo fue protagonizado por un grupo de novelistas excepcionales.

Ambos eran filósofos que habían optado por la ficción literaria.

Eran esos escritores de novelas y dramas teatrales los que discutían sobre el sentido de la existencia y del arte, los imperativos éticos y los conflictos sociales.

Sus cartas de presentación ante el mundo no eran sus elaboraciones filosóficas sino sus creaciones literarias: “La náusea” y “El extranjero”, condensaron los paradigmas existenciales e intelectuales de la época, y dividieron en dos bandos la república mundial de las letras.

Pero la infatuación del pensamiento racional, cuando se pretende explicación totalizante y se separa de la percepción sensible, produce dogma y esterilidad.

Desaparecida esa brillante generación de artistas de la palabra, una niebla de profesores universitarios usurpó su lugar.

El resultado es que ya no hay novela francesa sino crítica francesa. Sartre, Camus, Malraux y Michaux fueron sustituidos por Barthes, Foucault, Derrida y Baudrillard.

Del lenguaje literario se pasó a una inextricable pero pomposa jerga de intramuros, que si bien tiene que ver más con el abuso verbal que con la profundidad de pensamiento —como lo demostró palmariamente a mediados de los años noventa el matemático Alan Sokal en su libro “La impostura intelectual” (tomar nota, trasnochados amantes del estructuralismo y la semiótica)—, todavía deslumbra a esa crítica empeñada en “explicarle” al público lo que los artistas han querido decir.

O sea, empeñada en descubrir, maravillada de su propia perspicacia, que el color de la naranja es anaranjado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Artistas en Resistencia

¡Boicot contra Facussè!
¡La próxima vez que te acosen cántales esta canción!
NO ME GUSTA por Karla Lara y Solistas