lunes, 8 de noviembre de 2010

Crítica Necesaria al FNRP


“En realidad no hay epopeya, esta es siempre una elaboración de las generaciones que miran hacia atrás e idealizan (o condenan) las acciones de los hombres de guerra”.

Martínez Peláez

Honduras ha cambiado, quién no entienda eso no puede comprender la magnitud de la realidad que hoy enfrentamos. Este país, no es el mismo de hace una década, de hace cuatro años, de hace un año y medio. El golpe de Estado de Junio del 2009 nos colocó de frente ante la historia y las acciones que hacemos, o dejamos de hacer, están siendo escrutadas minuciosamente por las generaciones futuras.

La historia no perdona, o tomamos las decisiones correctas, o nos equivocamos; o ganamos o perdemos, en la mesa o en las calles. No tenemos forma de saber –en perspectiva- la magnitud de nuestros logros y fracasos y esa es nuestra tragedia como humanos.

El fnrp se mueve ahora impulsado por un peligroso triunfalismo, una mentira que crece cada día y amenaza con explotarnos en la cara tarde o temprano. Pretendemos capitalizar las debilidades del enemigo de clase, como fortalezas de las organizaciones populares; preferimos ver en el llamado al diálogo de Lobo Sosa una muestra de su “desesperación” y no lo que es, una estrategia bien montada para ganar tiempo y derrotarnos. La oligarquía NO está perdiendo el control de la situación política del país y pensar que estamos a punto de ganar la lucha popular encajándonos en las urnas, lejos de motivar a las masas nos preludia la desmoralización a corto plazo, la frustración a mediano plazo y la desmovilización definitiva ante la falta de victorias reales.

Porque debemos reconocer –aún corriendo el riesgo de ser mal juzgado por los propios camaradas- que el fnrp camina sin dirección alguna. Buscamos en cada coyuntura gremial la vitalidad necesaria para construirnos como fuerza política, sin lograr reconocer nuestra fuerza verdadera, porque hasta el momento todo indica que la derrota del régimen no está en la agenda del frente.

Si la Asamblea Nacional Constituyente, gran bandera de lucha del frente, es en realidad un medio y no un fin, porque es a través de ella que buscaremos corregir el rumbo nefasto a donde la nación entera está siendo dirigida, ¿cómo podemos pensar que la nueva constitución será una victoria para el pueblo si el pueblo no participa en su proceso?

Es la base del pueblo quien le debe dar sustancia a la nueva constituyente, pero desde la calle, desde el barrio o la aldea. La nueva constitución solo será una victoria real en la medida la incorporemos en nuestra vida cotidiana, en nuestras luchas particulares, en nuestros espacios públicos y privados.

Los gremios y sindicatos, actuales hegemónicos del frente, son incapaces de liderar la lucha revolucionaria del pueblo hondureño, lo han demostrado durante esta gesta histórica. Privilegiados en un país de excluidos, son esencialmente conservadores.

El movimiento obrero y gremialista se define por la sola oposición al gobierno, un gran union-trade que mantiene a la población prisionera de sus luchas, demandando beneficios –justos quizás-, pero impensables para el resto de los habitantes de este país. No es siquiera una fuerza de oposición al capitalismo salvaje, ni una fuerza de regresión opuesta a la acumulación, pues ambas escapan de su ideario político y tratan, únicamente, de ascender en capacidad de consumo para llenar con sus privilegios los centros comerciales de las ciudades principales.

La izquierda hondureña es una izquierda enajenada, pues en su sectarismo y carencia de planteamientos críticos adopta orientaciones y prácticas sociales y culturales determinadas por los intereses de la clase dominante.

El salario mínimo y la burla que el régimen nos hace con su pírrico aumento; las condiciones duras de trabajo para los y las obreras –o de falta de trabajo para más del 70% de la población-; la privación de bienes adquiridos y beneficios sociales: salud, educación de calidad, vivienda, seguridad, libertad política; el saqueo voraz de los recursos naturales por parte de una pandilla de delincuentes de cuello blanco, son expresiones de dominación y enajenación, pues se asumen como parte de una situación dada y no somos capaces de ver el bosque, por culpa de los molestos árboles.

Los obreros están enajenados en la medida que su búsqueda de un salario mejor pasa por formas que corresponden a la visión e intereses de la clase dominante, jugando el juego patronal, no reconociendo su realidad como parte de la dominación de clase.

Los maestros están enajenados cuando pretenden lograr el apoyo del pueblo entero en la defensa de sus privilegios ignorando la realidad de un sistema de educación mediocre y excluyente. Las victorias del gremio sólo podrán ser verdaderamente justas, cuando sean victorias de todos el pueblo y no únicamente de un sector de él. La derecha reconoce esa contradicción y la usa indiscriminadamente en contra del magisterio.

La enajenación no es la inconsciencia de la privación, sino la privación de la consciencia y la alienación destruye la capacidad de acción.

La función de los intelectuales, según Gramsci, es organizativa y conectiva. Forman parte de la lucha pues son también clase explotada, más allá de la desconfianza que la izquierda leninista -mal interpretado- les guarde, son actores importantes en la lucha por la hegemonía popular. El pueblo debe construir sus propios intelectuales para lograr construir una escuela de pensamiento que oriente la estrategia. Solo así podremos liberarnos del oportunismo real-politik que hoy nos amenaza.

La revolución es un problema de todos y todas los que vivimos en carne propia la injusticia y la explotación y por lo tanto sólo desde la razón de todxs podrá extenderse y vencer.

La lucha revolucionaria no se debe concebir como un proceso a través de la cual una organización vanguardista va escalando posiciones dentro del frente para luego apoderarse del poder político.

La lucha revolucionaria es un proceso desde donde todos los sectores de la nacionalidad van construyendo su propia forma de hacer democracia y por lo tanto de liberación.

El poder es la facultad efectiva de la acción. La actitud de la organización revolucionaria debe ir dirigida a resquebrajar las relaciones sociales de poder que marginan y explotan a la mayoría, no a la conquista de las estructuras políticas del Estado.

La dominación es el ejercicio monopólico de las relaciones sociales de poder. Poder, en ese sentido, es igual a dominación.

No estamos buscando la consecución del poder desde el estado, luchamos por la hegemonía popular como una manera más completa y duradera del constituir un poder de clase.

Oscar Estrada

2 de Noviembre 2010


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