Somos un colectivo de Artistas en Resistencia, una organización política (contra)cultural conformada por trabajadores y trabajadoras del arte y la cultura por la construcción del socialismo y la derrota del autoritarismo. ¡A desalambrar la tierra! ¡A desalambrar el aire! ¡A desalambrar la cabeza!
viernes, 26 de noviembre de 2010
MUERTAS
Hablar de violencia en Honduras no es nuevo. Este país cuenta con uno de los índices más altos de muertes violentas del continente: 65 asesinatos por cada 100,000 habitantes, (cuando la tasa para América Latina es de 25); un promedio de 21 muertes diarias en el 2009 y 2010. Tenemos en el país tantos asesinatos que nuestras estadísticas indican que somos un país en guerra. Para sobrevivir tenemos que ignorar las muertes, hacer como que no vemos los cadáveres de hombres y mujeres en las calles, en las quebradas, en los barrancos, en las esquinas, porque si cargáramos con cada muerte, la vida sería muy pesada.
Si bien sabemos que esta violencia es general, quienes más la sufren son los y las jóvenes. Para el caso, de las 21 muertes diarias que se registraron en promedio durante el 2010, 17 eran de jóvenes menores de 25 años, 1 mujer, también joven en la mayoría de los casos y 3 hombres adultos mayores de 25 años según lo indicara Mirta Kennedy del CEM-H en un conversatorio este día en las instalaciones del COPEMH a propósito del tema de los femicidios.
El promedio de edad se repiten en los asesinatos de mujeres, pues la gran mayoría de las muertas están entre las edades de 16 y 30 años. La ausencia de una investigación apropiada, iniciando por el mal manejo de la escena del crimen y con una mala preparación del caso por parte de la fiscalía, son una constante en estos casos. La impunidad es generalizada y es el resultado más seguro en un femicidio. Según datos del CDM, de cada 100 asesinatos de mujeres en Honduras, en 70 de ellos se desconoce completamente la autoría criminal y carecen de una investigación apropiada, menos de 10 llegan a audiencia de juzgamiento y de estos una cantidad ínfima recibe condena.
El Femicidio no está contemplado en la legislación Hondureña, no existe, las muertes se enmascaran con el resto de asesinatos y homicidios, lo que hace más difícil su análisis, pues si bien toda muerte es lamentable (de hombres y mujeres, jóvenes y adultxs) y no toda muerte de mujer es un femicidio, el asesinato de mujeres, por el hecho de ser mujeres, nos indica con claridad el deterioro de las estructuras jurídicas y judiciales, así como la desvalorización de la vida.
El derecho hondureño no admite distinciones entre mujeres y hombres porque según indican los jurisconsultos, se estaría contradiciendo el principio de igualdad de todas las personas ante la ley.
Un femicidio, es la muerte de una mujer, regularmente a manos de hombres (uno o varios hombres), que actuando con alevosía, ensañamiento y ventaja, la violan (en muchos casos) y la matan por ser mujer. Existen incluso, según denuncia de Mirta Kennedy, femicidios recreativos, en donde los hombres las secuestran y las matan por pura diversión y entretenimiento.
Ser mujer, en esta sociedad patriarcal/capitalista, es ser ciudadano de segunda clase. Un objeto de placer para el mercado masculino, una mercancía, intercambiable, desechable.
En un país en donde los hombres actúan como dueños del cuerpo y la vida de las mujeres, el asesinato de estas se justifica pues para castigar o amenazar a otro hombre. Como cuando la pandilla contraria (cual ejemplo tribal) secuestra, viola y mata a la mujer del jefe de la otra pandilla para marcar terreno; o cuando la policía, luego de la represión a una marcha en Choloma, secuestra y viola múltiples veces a una mujer, para castigar a la Resistencia; o cuando un despechado marido machetea a su ex compañera, porque es de él o no es de nadie para limpiar su honor.
Los femicidios no son simples asesinatos, pues es la expresión extrema del desprecio que la sociedad le otorga a las mujeres.
El ministro de Seguridad Oscar Álvarez, no duda en referirse a las muertes de mujeres que se dan diariamente, como causa de vínculos con pandillas, narcotraficantes u otros grupos criminales, ajuste de cuentas o venganza personal. Con esos argumentos, no solo intenta ocultar la verdadera dimensión del problema, limitando el trabajo de prevención de femicidios al ámbito doméstico, sino que justifica las muertes, pues para el Ministro ellas andaban en “malos pasos”.
Una constante en muchos femicidios, son las relaciones desiguales de poder y el vínculo emocional de la víctima con el agresor, lo vemos incluso en los casos en donde se relacionan las pandillas, pues muchas veces hubo algún vínculo emocional, bien sea porque alguno de ellos está enamorado de la mujer o ella está muy bonita y no aceptó ser novia o rechazó los requerimientos amorosos.
Dos son los principales escenarios en donde se dan la mayoría de las muertes de mujeres en Honduras:
De la puerta de la calle para adentro: 1 de cada 3 femicidios se produce en su propia casa. La muerte se da como culminación de una vida llena de violencia doméstica, el victimario es el esposo, el compañero de hogar, el novio, la expareja, el amante, el hermano, el padre o el hijo. Existe, en estos casos, una relación entre la víctima y el victimario.
En el código penal Hondureño se tipifica como parricidio cuando se da muerte al cónyuge, madre o padre, abuelo o abuela, hijo o hija y es condenado el victimario a una pena de 30 a 40 años de cárcel.
Estos casos son los más “fáciles” de condenar, pues por ser el victimario alguien ligado a la victima, deja rastros fáciles de seguir que llevan al final a su arresto.
Pero para que se de el parricidio debe existir una relación formal de pareja (que tengan por lo menos dos años de vida marital).
Cuando el vínculo con la víctima es más casual, como el noviasgo o amistad, el delito cambia y se tipifica como homicidio en donde la pena será de 15 a 20 años o Asesinato, en donde la pena es de 20 a 30 años de cárcel.
Pero la mayoría de los asesinatos de mujeres no se dan en la casa, de hecho, 2 de cada 3 muertes de mujeres se producen en otros espacios distintos al hogar.
Hay que indicar acá, que las últimas masacres a mujeres se han ejecutado en sus propias casas haciendo uso del sicariato, la modalidad más frecuente en los crímenes violentos en Honduras. Sólo en el 2010 se registraron 14 masacres.
De la puerta de la calle para afuera: 25% de los casos de femicidios ocurren en la calle, 11% en las carreteras, 7% en los matorrales. En total suman al 38% de los casos, un número mayor de asesinatos en los espacios públicos, en comparación a los que suceden en los espacios privados. Si bien, la casa se ha convertido en el lugar más inseguro para la vida de las mujeres, la calle sigue siendo escenario de la impunidad con que se ejecutan estos asesinatos.
La grán mayoría de los casos se han ejecutado en los departamentos más desarrollados del país, Francisco Morazán y Cortés. De estos Tegucigalpa y San Pedro Sula tienen el mayor número de casos.
La época del año en donde mas femicidios se realizan, son las vacaciones, semana santa y fin de año. Precisamente las fechas en donde las mujeres tienen una vida más pública.
Si buscamos comprender la magnitud de la violencia en Honduras, debemos darle a los femicidios la dimensión que tienen dentro de nuestra realidad, pues las condiciones de dominación históricas sobre las mujeres la han puesto en una situación de vulnerabilidad que se potencia cuando la impunidad es generalizada.
Si atacamos de frente a los femicidios, estaremos destruyendo las estructuras que nos oprimen a todas, no importa cuál sea nuestro género. En eso estamos claros.
Ahora bien, estamos de acuerdo que es obligación de todos y todas parar los femicidios. Estamos de acuerdo que deteniendo todo tipo de violencia en contra de la mujer estaremos construyendo un país diferente. Pero quiero terminar con una pregunta, más allá de la consciencia y la convicción sobre el tema.
Ha pasado un mes desde el femicidio de mi vecina Katia de 17 años. Ella fue violada y asesinada con un bloque de concreto en su rostro. Su cuerpo fue encontrado una semana después que desapareció camino a su colegio, en un matorral a 200 metros de su casa. Sabemos muy bien que su caso quedará en la impunidad, como quedan cientos de casos en Honduras. Sabemos muy bien que el reclamo de justicia no llegará muy lejos. En esta aldea no sabemos que hacer al respeto. El miedo sigue entre nosotros, en la medida que los criminales siguen impunes. En mi aldea los hombres y las mujeres organizan ceremonias religiosas para pedir por justicia, la justicia que no llega. ¿Qué hacer? Es la pregunta, que más allá de lo teórico, simplemente no puedo responder.
Oscar Estrada
cineasta y escritor miembro de AenR
oscarlestrada.blogspot.com
imagen: “marido celoso” Tiziano Vecellio
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