lunes, 24 de enero de 2011

¡Gobierno Colombiano apresa a sus poetas!

Apresada la poeta y periodista Angye Gaona. El Estado colombiano quiere callarla para mantener la oscuridad genocida. Angye Gaona Poetisa y comunicadora, apresada por pensar, en Colombia, país en el que el estado ha convertido el hecho de pensar en un crimen. Angye Gaona es una mujer creativa y comprometida socialmente, siempre activa en el desarrollo de la cultura;  parte del  comité organizador del conocido Festival Internacional de Poesía de Medellín, cuya calidad testimonia de trabajo y sueños tejidos entre los pueblos.   

Urge la movilización internacional por su liberación y por denunciar que el estado colombiano mantiene encarceladas a más de 7.500 personas por el "delito de opinión": estamos ante una verdadera dictadura camuflada.


Es una situación insoportable: cada día detienen, asesinan o desaparecen a un opositor político, estudiante, sindicalista, sociólogo, campesino... La represión ejercida por el Estado colombiano contra el pueblo colombiano para acallar sus reivindicaciones sociales es brutal. ¡Urge que el mundo se mueva en solidaridad! Que se dé a conocer esta realidad y sus dimensiones que rebasan todo en el Orbe.

Poesía de Angye Gaona:

Cañón adentro
De Nacimiento voláti
Sigo el camino del esternón,
busco el origen de la sed,
voy al fondo de un cañón de paredes plateadas,
sólidas merced al tiempo,
movedizas cuando el aluvión,
cuando la infancia, era glacial.

Colecto las raicillas del pensamiento.
Las cargo a mi espalda erosionada
junto al agreste olvido que cae de mí.

Se asoman,
desde pequeñas cuevas,
los indicios del dolor;
veloces burlan las miradas
y vuelven a ocultarse en la piel del cañón.

Inscritas en las paredes,
las coordenadas indescifrables
del rayo prehistórico
que formó mi faz.
Tiempo de la hondura,
tiempo sin sílaba,
cuando soy sólo un sonido
en tránsito a la fatiga.

Busco un manantial
que bañe la pregunta adherida a mi historia.
Busco la vida recién nacida
y hallo la sed.

Sigo la senda del esternón.

Habla el volcán
Miles de preguntas arden
bajo tierra,
preparan la erupción.

Ya bullen, ya se sacuden;
de combate provocadas,
pronto hallan los cráteres,
están por venir afuera.

Manos son y en las montañas se alzan,
manos de magma toman las estancias.
No queda en pie trono
ni posesión ni usura algunos.

Suenan las preguntas,
chasquidos en los tímpanos oficiales.
Se recuerdan los nombres hostigados,
los desmembrados insepultos,
ocultos bajo lodo impune.
Se avivan los nombres en las voces;
pueden derruirse los muros de las prisiones,
pueden tomarse los tronos,
se diluyen las fronteras,
si se invocan esos nombres.
Ningún arma, ninguna injuria, nada,
habrá de replicar esos nombres calcinantes.


Lo que pido

Mi hambre no es sólo suya, madre.
Mi hambre es la de millones
y la Tierra no guarda las semillas
en almacenes bajo llave y alarmas;
la Tierra no tiene cámaras que vigilen el mar
ni gendarmes que apresen a los carniceros.

Usted no vende su abrazo, señora.
Es preciso liberar la leche que mana tras la alambrada;
abrir la despensa,
que corran el aire y los niños;
Salir a la calle, alzar los brazos,
que el Sol alimente estos huesos, madre;
los mismos que la Tierra humilde
al fin habrá de devorar.



Sierra Nevada
¿Has visto cómo miran los ancianos?
Qué tierra ya no buscan con ojos excavados.

¿Aún cómodo esperas al alba el rocío?
¿Aún sonríes ligero cuando la lluvia?
Aún no viste lo que saben los ancianos.

Ellos vieron desaparecer un río en un día,
el agua irse en barcos a otro continente.
En pocos meses las playas ennegrecieron.
El aire se tostó para hacer harina.

Ellos vieron flotar el agua muerta,
la deshonra de las fuentes subterráneas
y no quedó más que odio para beber.

El agua está maldita,
el anciano mayor no puede curarla más.


El aire nuestro
Los hombres,
los antiguos hombres Laurel,
son blanco de invasores;
parásitos legales les asedian
con obtusos engranajes,
en batas blancas.

Las mujeres,
las altivas mujeres Ceiba,
son pasto de plagas;
plaguicidas expertos, propagadores del hambre
les obligan a curvarse,
con ruido de sierras,
a servir.

Y sin embargo, su risa, pasa,
circula entre venenos en venta,
por áridas grietas diarias.

Los químicos, los profesionales del régimen,
se aterrorizan, no tardan
en anunciar recompensa por el componente
atribuido a Laurel, a Ceiba,
que mantiene la risa insurrecta; que aviva
la savia, la sangre. No sospechan
que el mineral que alimenta a sabios y árboles
es totalmente común,
corriente en el aire.






Entrada triunfal del fruto prohibido

Vas a mañana o a morir
Eunice Odio

No provoques al león
que reposa en su campo.

¿Qué podría implicarte
su gesto lento,
su verdad calma?

Si no puedes resistir esa,
tu inclinación de más,
y buscas un león que sirva
su propia cabeza en tu mesa
y sólo un par de garras,
las tuyas,
admites en tierra,
nada podrá guarecerte de esa,
tu intención de más,
y alguna trampa,
algún águila mecánica traerás
para cazar al león.

Reina el león
aunque lo enjaules
y lo lleves lejos de sí
a rugir a tus circos,
a esconder sus garras en tus fábricas
a desatar la ira de las bestias del Sol
que atesoras en las bóvedas.

Reina el león y reina la espada,
único arbusto que crece silvestre
en las tierras del león,
que no te será dado exterminar
aun si ordenases manar fuego
a tu garganta.



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