Vamos a comenzar definiendo el término cultura. Debemos decir, en primer lugar, que cultura es una cosa viva, que se transforma, se adapta y que como cambia constantemente todos y todas somos partícipes en su permanencia o su transformación.
La cultura, definido por Wikipedia, es el conjunto de todas las formas, los modelos o los patrones, explícitos o implícitos, a través de los cuales una sociedad se manifiesta.
Como tal incluye lenguaje, costumbres, prácticas, códigos, normas y reglas de la manera de ser, vestimenta, religión, rituales, normas de comportamiento y sistemas de creencias.
Cuando Michael Foucault explora desde su tesis de los Micropoderes, reconoce que el sistema de dominación funciona, no sólo desde el plano represivo estado-leyes y el sistema panóptico de dominación. Reconoce, sobre todo, que la dominación real se logra cuando el dominado asume el poder del dominante y lo interioriza.
Evaluemos el concepto de cultura de Wikipedia. Dice: que incluye lenguaje, costumbres, prácticas, códigos, normas y reglas de la manera de ser, vestimenta, religión, rituales, normas de comportamiento y sistemas de creencias.
Desde el lenguaje podemos decir que se ha hecho un esfuerzo consciente de las organizaciones feministas por cambiar el mismo a un lenguaje más incluyente y consciente de las diferencias de género. Pero sin embargo hay que reconocer que continuamos escuchando expresiones racistas, machistas, homofóbicas, clasistas entre otras.
Voy a poner un ejemplo:
A inicios de las marchas de la resistencia en el 2009, era común encontrar en las paredes letreros como: “Renato Culero”, “Cardenal Maricón” y todo esto. Todos recordamos esos letreros, que son en verdad expresiones del descontento social que vivimos en esa época. Pero esas expresiones molestaron a la comunidad LGTBI y también a las feministas.
Recuerdo una marcha: unos jóvenes –creo que eran de un frente de la Universidad- habían trabajado en un colage de imágenes en las cuales se ponía a Micheletti y sus ministros más emblemáticos de esa época vestidos de mujer, creo incluso que era en traje de baño. Una compañera feminista se acercó a ellos y les reclamó, que el fondo de su cartel era misógino y machista. Hacía burla del cuerpo de la mujer. Seguramente los artistas del cartel jamás habían pensando en todo lo que se puede decir con tan pocas palabras. Ellos poco a poco fueron bajando su cartel y este desapareció. Estamos hablando del inicio de la resistencia y mucho se ha crecido en estos meses.
Pero luego, hace pocas semanas en una de las últimas caminatas de la resistencia, mientras andábamos reclamando justicia para las víctimas de las violaciones a los derechos humanos, unos jóvenes andaban pintando, y me sorprendió ver como se había hecho una cruz sobre la bandera de la diversidad que alguien había pintado frente a las paredes del INA y abajo, posiblemente en mano de otra persona, se había escrito, creo que era “Nelson Culero”.
Me llamó la atención, porque durante más de un año ese tipo de pintas habían desaparecido de las paredes. Se había asumido que la incorporación de la comunidad LGTBI se había logrado, y que de alguna manera comenzábamos a cambiar nuestro lenguaje. Pero aparentemente los procesos sociales no pueden avanzar sin retrocesos.
Mas o menos lo mismo podemos hablar de los demás elementos que describe el concepto de Wikipedia: costumbres, prácticas, códigos, normas y reglas de la manera de ser, vestimenta, religión, rituales, normas de comportamiento y sistemas de creencias.
Voy a hablar ahora de los chavos y las chavas del FRACC, que significa Frente Revolucionario Artístico Contra Cultural, pero en un inicio era nomás artístico cultural. Estos chavos y chavas tienen un principio que los mueve y es la consciencia que la revolución, como dicen ellos es de mente. De mente, en sus dos acepciones: de la mente y loca.
Los y las FRACC asumieron la contraculturalidad antes incluso que AenR, a pesar que fue en un congreso del colectivo en donde discutimos el tema. Pero eso tiene una razón. Decía Salvador Allende en su discurso en la Universidad de Guadalajara, que ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica. Esa frase la hemos repetido muchas veces, pero creo aun no lo hemos entendido.
Nosotros, los adultos y las adultas, hemos sabido impregnarle a la lucha de resistencia del pueblo hondureño, nuestra experiencia, nuestro conocimiento, nuestra idea de cómo y hacia donde debemos ir. Y no tengo miedo de pensarme muy duro cuando digo que lo hicimos mal. Porque nosotros los adultos también impregnamos nuestros vicios de organización, nuestro sectarismo, nuestras desconfianzas de gordos y flacos. No hemos logrado comprender, que la trinchera más compleja de ganar es la de nuestras propias mentes.
Cuando hablamos de movimientos contraculturales, nos viene a la mente el movimiento Hippie de los 60 y 70. Hay que aclarar antes de seguir, que este no fue el único movimiento contracultural en los Estados Unidos y tampoco en Latinoamérica, donde contamos con ejemplos en el gobierno de la Unidad Popular, en Venezuela y muchas otras regiones. Pero para análisis en este escrito nos vamos a concentrar sí en el Movimiento del norte por ser uno de los más influyentes en nuestro contexto.
Si recordamos un poco de donde viene la generación Hippie, vemos que son los hijos e hijas de la generación que combatió en la segunda guerra mundial, los baby boomers que crecieron en un mundo bipolar, con un gran miedo a la guerra nuclear. Esta generación se vio además fuertemente conmovida por la guerra en Vietnam a la cual se opusieron de una u otra manera, porque temían se repitiera la tragedia que vivieron sus padres.
Eran, como sabemos, un movimiento anarquista pacifista y tenían razón para serlo. Si bien habían en los Estados Unidos y en Europa expresiones como los Weatherman Underground que buscaban hacerle frente al sistema con violencia revolucionaria, al final las condiciones de la lucha –escencialmente antiimperialista- de esas latitudes no llegó a los niveles que llegó la nuestra.
Viene la pregunta: Si asumimos que el movimiento Hippie de los 60 y 70 era un movimiento contracultural, y vemos que en nuestro Latinoamérica habían expresiones de lucha guerrillera que buscaban hacer frente –igualmente- al imperio. ¿Eran los movimientos revolucionarios latinoamericanos contraculturales? Mi respuesta es no.
Los movimientos contraculturales, pueden asumir desde sus banderas de lucha el cambio de un régimen, una dictadura, un sistema político, como lo buscaban los movimientos guerrilleros de izquierda. Pero en esencia se oponen a las estructuras de dominación, busca mover, desde las raíces, las dinámicas de poder que permiten que cuando un movimiento guerrillero logra hacerse con el control del estado, este mantenga, replique, promueva los mismos esquemas que desde la derecha se promueven. Es, como dicen los chicos y las chicas del FRACC, una revolución: De-mente. A este punto debo aclarar que estoy hablando de contracultura mezclada con política revolucionaria, y no solamente contracultura, porque también debemos reconocer que la cultura de las pandillas es contracultural.
Volviendo a nuestra realidad. Todos y todas crecimos por ejemplo, con una idea muy clara de lo malo que nos puede pasar cuando caemos en las drogas. “La mariguana es para los vagos, los lumpem, los inútiles, los delincuentes y demás lacra social que no hacen sino escándalo a altas horas de la noche”. Los tatuajes, otro ejemplo, eran altamente estigmatizados por la sociedad y más después de la gran campaña que se hizo en contra de las pandillas. Asumir abiertamente que se puede ser “mariguano” o “mafufo”, tener el cuerpo lleno de tatuajes y además ser alguien que aporta a la sociedad, es provocar un cambio en la mentalidad de las personas.
Debo decir además, mas a forma de recordatorio, que esta sociedad que nos educa y nos dice que las drogas son malas, que los tatuajes te hacen indeseable, es la misma sociedad que nos advierte cada día, que este sistema: no se puede cambiar.
No necesito profundizar mucho al decir que la sociedad en donde vivimos es una sociedad enferma: violenta, racista, sexista, homofóbica, clasista, misógina, patriarcal, imperialista, vertical, adultocéntrica, hipócrita, corrupta… y paro aquí porque no me acuerdo de más. Todos estas virtudes, no son desviaciones de la sociedad. Es precisamente lo que la mantiene.
La violencia por ejemplo y el patriarcado, son ejes fundamentales para mantener el sistema de dominación en esta sociedad. El sistema subsiste NO a pesar de todo esto, sino gracias a.
Plantearnos un cambio en las estructuras formales del estado y dejar todo lo anteriormente descrito intacto, es no cambiar nada. Pero bien, ahora la pregunta: ¿Cómo cambiamos?
Y aquí entro en la otra parte de mi conferencia.
Los artistas, el arte, los gestores culturales, por razones claras de su oficio, viven día a día con, como dicen, el dedo puesto sobre la llaga.
Existe una razón por la cual, históricamente los y las artistas han hecho su trabajo político, más dentro de los principios anarquistas que dentro de las estructuras de los estados. Digamos por ejemplo, el arte dentro del realismo socialista fue promovido fuertemente en la URSS. Pero luego, muchos y muchas escritores y artistas que se matricularon con la revolución rusa de principios de siglo XX fueron purganos, perseguidos, asesinados por el estalinismo una vez que estos comenzaron a ser “delicadamente” críticos al poder. Historias de esto hay muchas y no vamos a entrar en detalle. El poder, teme del arte, porque es capaz de decir cosas que un panfleto no puede, porque critica y provoca. El Poder teme del arte, todo el poder, todo el arte, y por eso busca controlarlo, comprarlo, anularlo o asesinarlo.
En la historia de nuestro continente hemos tenido siempre artistas comprometidos disciplinadamente con la causa revolucionaria. Tenemos a un Pablo Neruda en las alturas del gobierno de Allende, pero también tenemos a un Otto René Castillo en Guatemala, asesinado por el ejército luego de cinco días de tortura. Y también, porque hay que mencionarlo, tenemos al mejor estilo de las víctimas del estalinismo intolerante (válgame la redundancia) a Roque Dalton asesinado por sus mismos compas. Esos artistas se convirtieron, por su arte, en íconos de sus luchas, de sus camaradas. Ahora recordamos la revolución sandinista más por las canciones de Mejía Godoy que por los discursos de Ortega, cuando hacemos memoria de la guerra en El Salvador, nos viene a la mente las imágenes del volcan, la columna guerrillera de rostros morenos y a los torogoses de Morazán. Actualmente tenemos el caso de Julian Conrado cantante de las FARC, (como le han bautizado los medios venezolanos), que está en proceso de extradición a Colombia bajo los cargos de Terrorismo.
Podemos hablar de muchos de los aportes que el sector artístico cultural le ha brindado a los procesos de transformación a través de la historia. Podemos mencionar por ejemplo el aspecto lúdico de entretenimiento, como era la función de los artistas del frente contra el golpe de estado durante el 2009; o el trabajo de denuncia y de análisis, como ha venido siendo especialmente luego del cambio de administración en el 2010 para el colectivo de Artistas en Resistencia. Pero sobre todo está el papel de creador de conceptos, de místicas, de idearios. Todo esto podemos discutirlo cuanto quieran, mi intención no es hacerle propaganda al colectivo de AenR sino hablar del rol de los artistas, desde una visión amplia del gremio.
Volvamos un poco a los inicios de la generación hippie y recordemos la sociedad que contrastaban. Eran como dije al principio los hijos de la guerra fría, la primera generación. Ellos y ellas, incorporando las pastillas anticonceptivas, promovieron los conceptos de la revolución sexual. Los valores como el amor libre, la aceptación de la comunidad Gay, la exploración de alternativas económicas al capitalismo, el comunitarismo, la horizontalidad, todos estos valores fueron ensayos de una sociedad alternativa que surgen solo si entendemos cual era esa sociedad a la cual le hacían contracultura.
Nosotros también somos hijos e hijas de la guerra. La gran mayoría de los que ahora estamos en resistencia éramos apenas unos niños cuando la contra y la guerra sucia contra el pueblo de El Salvador y Guatemala. Muchos y muchas incluso no habían nacido y conocen de ella solamente las historias que los más viejos les cuentan, porque además no existe mucha información sobre esos años.
Los artistas de los noventas y primera década del siglo XXI, cuando estábamos conscientes no había movimiento al cual sumarse, fuimos incorporados por el neoliberalismo y robotizados para proyectos de “Desarrollo”. Así es como comenzamos a hacer nuestro trabajo desde las ONG, como FREE LANCE o independientes (que no es sino un eufemismo para referirse a nuestra flexibilización laboral). Porque el arte y la cultura no tienen cabida en esta sociedad en la que vivimos, sino para amenizar la fiestecita con un tango, la pared con un cuadro y o la marcha con un poema.
El rol que se nos ha asignado es solamente como divertimento al turista o al camarada. Se nos alaba cuando decimos las cosas que quieren escuchar y se nos ataca cuando hacemos las críticas que sentimos debemos hacer.
Cuando se está consciente que vivimos en una sociedad enferma como la nuestra, con valores como los que ya describí anteriormente, y se está además conciente del rol que se nos ha asignado, pero que no queremos aceptar, ni el rol ni los valores, porque creemos que la sociedad, no solo necesita, sino que además merece un cambio revolucionario, porque una nueva sociedad debe surgir de las cenizas de la actual, con nuevos valores, en donde se nos respete a los humanos y las humanas por ser quienes somos, por decir lo que decimos, por hacer lo que hacemos, en donde se respete la naturaleza y la cultura ancestral.
Esta sociedad que estoy describiendo, esta sociedad enferma, no podrá nunca crear una revolución mientras esta no sea además, como dicen FRACC, de-mente. Nuestra revolución es, esencialmente contracultural, porque hacer cultura aca, es remar contra la corriente.
OSCAR ESTRADA
18 de Agosto del 2011
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